Decepción Colombia

por Miguel
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Minuto 77. Colombia gana 1-0 con un golazo de chilena de Luis Díaz desde el comienzo del partido. El primer tiempo colombiano fue bueno. Algo defensivo, pero bueno. Y, sobre todo, infinitamente superior a cualquiera de los partidos anteriores en esta nueva era de Reinaldo.

En el segundo tiempo, por el contrario, Colombia a duras penas se acercó al área rival y más bien parece que hubiera estacionado un bus frente a su propia puerta. El partido es una herradura completa, un asedio sin tregua.

Minuto 77. El último toque de Neymar se dirige claramente hacia Cuéllar. Colombia está a punto de recuperar el balón en las inmediaciones de su propia aérea. Entonces, sucede lo inesperado.

Néstor Pitana. Argentino. Uno de los árbitros más experimentados del mundo. Ha dirigido en dos mundiales. Incluso pitó la última final entre Francia y Croacia en Rusia 2018. Es más alto que casi todos los jugadores y su esposa parece sacada de una revista Playboy.

En ese instante, sin embargo, Néstor se mueve como un niño despistado y travieso que acaba de salir al recreo y se topa de repente con una pelota que pasa por ahí. Una jugada sencilla, cantada. Nadie entiende qué putas anda haciendo el árbitro tan cerca del área, por delante de la línea del balón.

De hecho, él mismo es el primer sorprendido. Y no solo desvía la pelota con un pase preciso a Lucas Paquetá, sino que se encuentra de espaldas al arco y le queda imposible dimensionar lo que acaba de hacer.

A continuación, se lleva el silbato a la boca. Algo bastante previsible, dadas las circunstancias. Los jugadores colombianos no tardan en notarlo y por un instante alcanzan a relajarse. Detienen sus andares, incluso sus pensamientos.

Lucas Paquetá, por el contrario, no repara en semejantes insignificancias. Toma el balón sin ningún problema, gira sobre sí mismo y lanza un pase al costado izquierdo, donde aparece Renan Lodi para mandar un centro con buena comba.

Cinco segundos después del pase de Pitana, Firmino salta entre tres defensores colombianos sin ninguna oposición y cabecea hacia el suelo. El balón no sale demasiado fuerte. Ni tampoco colocado. Sin embargo, Ospina solo alcanza a acariciarlo y, como si se tratara de un mal sueño, se le termina deslizando. Prácticamente lo ayuda a entrar.

Después, la locura. El VAR aduciendo que la jugada, pese a terminar en gol, no puede considerarse un ataque prometedor. Luego los alegatos, la impotencia, el juego desesperado y, finalmente, la desconcentración fatal en el noveno minuto de adición. Cuando ya no hay tiempo de llorar.

Tras un lanzamiento de esquina, Casemiro cabecea solo frente al arco y sentencia el partido. Lo más parecido a un dejavú. Y a una premonición. De esas que permanecen apagadas en el fondo de cada hincha a lo largo del partido.

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