Ayer mandamos las propuestas a la convocatoria de la Gobernación. Como siempre, lo dejamos todo para última hora y tuvimos que trasnochar un montón llenando formas y formas y anexando documentos. Ahora solo toca estar pendientes por si de pronto faltó algo que se pueda subsanar.
Los bocetos de Cata quedaron muy bien. Mis relatos, no sé qué tanto. La verdad, me habría gustado tener un poco más de tiempo. Pero bueno. Así suelen ser este tipo de asuntos. A las carreras y como salgan. Todo un ejercicio de velocidad.
Como no sabía muy bien qué escribir, dije que toda mi idea nació de estos pequeños apuntes diarios, que en la propuesta se llaman dizque microrrelatos. No sé por qué, pero pensé que si les decía apuntes o anotaciones le sonaría poco profesional al tipo de jurados que se la pasan pensando en los tales asuntos literarios.
Además no sé… Microrrelatos… Encima es de esas palabras que toca pegar y queda como si relatos se escribiera con doble erre. Un detalle nimio. Por no decir absurdo. Y que al final ni siquiera importa. Pero que seguro desvela más de uno en el mundo de la escritura. Al final, creo que por cosas como esa es que mucha gente que escribe se vuelve tan quisquillosa. Al menos a ratos.
Lo principal, en todo caso, serían unos relatos más largos que luego saldrían publicados en libro. En teoría, empezaría con estos apuntes caseros, artesanales. Después me iría expandiendo hacia otros sucesos y geografías del municipio y terminaría quién sabe dónde. Como quien dice: puras promesas de escritura. La verdad, no se dónde vaya a parar todo esto.
Pero lo más increíble no es eso. Sino que si sale el proyecto, estos apuntes diarios van a terminar convertidos en entradas de blog. No entiendo cómo se me ocurrió semejante cosa. Ni mucho menos cómo se concretó. De solo pensarlo, me siento como uno de esos emoticones que aprietan los dientes.