A los trece o catorce años, uno escuchaba mucho hablar de él. Que tocaba batería en Masacre. Que tenía más metal que cualquiera en Medellín. Que era un gordo inmenso. Que se escribía con bandas de todo el mundo. Y otro montón de cosas que prácticamente rozaban la leyenda. Y claro. Estaba además La cortina de hierro, que todos escuchábamos sin falta por Radioactiva, los domingos de diez a doce de la noche.
El Bull Métal programaba la música y presentaba las distintas bandas con los coros de Carmina Burana de fondo. Repasaba desde la vieja guardia de los setenta, pasando por el NWOBHM, el Heavy, el Thrash, el Death y finalizando con una buena tanda de black metal que, de hecho, fue ganando cada vez más protagonismo en el programa.
Un día, un amigo llamado Denis me contó que había estado en la casa de Mauricio, pues así se refería al Bull. Me dijo que era un tipo súper buena gente y que uno podía caerle a la casa y que él le cobraba a uno por grabarle casetes. Así que ni corto ni perezoso, le dije a Denis que me avisara la próxima vez que fuera.
El Bull vivía en una casa un poco más arriba de la 70, como yendo hacia el Estadio. Denis y yo fuimos a pie desde Belén y recuerdo que el tastaseo de la música podía oírse desde la calle y que había varios manes vestidos de negro asomados por la ventana del segundo piso. Alcanzamos a tocar el timbre, pero una gente iba de salida y justo nos abrieron la puerta.
Después de subir las escalas, sería imposible contar las cosas en un orden lógico. Porque, de repente, fue como un destello incandescente en el que todo sucedió a la misma vez. Una pieza gigante. El traqueteo de metal a todo dar. Un montón de metaleros experimentados mirándolo a uno de reojo. Pero, sobre todo, miles de LPs y de CDs y de casetes que no dejaban un solo espacio vacío en las paredes, sumado a una gran cantidad de afiches, banderas, calcomanías y retablos. Y obviamente el Bull en vivo y en directo.
Denis se abrió paso entre la gente con toda la confianza del mundo y se acercó a saludar al Bull, que justo estaba a punto de cambiar un disco en el tornamesa. Mientras tanto, yo me quedé en un rincón mirando obnubilado a mi alrededor, como si estuviera en un lugar soñado. Luego Denis vino con el Bull a donde yo estaba y me lo presentó. Un man de pelo largo del tamaño de una montaña, de aspecto medio serio, pero en verdad súper amable. De hecho, eso fue lo que más me impactó. Porque, claro, después de haber oído tantas cosas sobre él, uno se imaginaba muchas cosas.
Lo más increíble, además, fue que se quedó hablando conmigo. Me preguntó qué bandas me gustaban y yo me limité a decirle algunas: Bathory, Death, Entombed, Carcass, Bulldozer… Y a continuación, como un guía de museo, él se encargó de mostrarme toda la música que tenía de esas bandas.
En algún momento, recuerdo también que alcancé a contarle que tenía algo así como siete CDs, diez LPs y treinta casetes. Y solo fue cuestión de decirlo para sentirme enseguida como un idiota. Con todo y eso, él le prestó atención a mis palabras y se encargó de mostrarme algunos discos más y hasta unas fotos originales de varias bandas famosas. Luego llegó otra gente y el Bull tuvo que ir a atenderlos.
Denis, entretanto, había estado conversando con otros manes junto a la ventana. Vino entonces a preguntarme qué me había parecido Mauricio, y yo ni recuerdo qué le respondí. Solo sé que me quedé ahí un buen rato, mirando la mayor cantidad de discos jamás imaginada y, sobre todo, tratando de asimilar el hecho de ver materializada toda la música que conocía hasta entonces, junto a otras cientos de bandas de las que nunca había oído hablar.
Al final, dejé dos TDKs para grabar la Metal for Muthas, una recopila de NWOBHM, y uno de los tantos Splits de Agathocles, un grindcore extremadamente ruidoso (valga la redundancia) que aspiraba a oír por primera vez con un sonido decente.
Con una letra impecable, el Bull anotó mis instrucciones en un papelito y lo guardó ahí mismo en un cajón junto a mis casetes. Luego hizo un par de comentarios simpáticos sobre mis elecciones y yo quedé de volver a la semana siguiente. Pero claro, esa ya es otra historia.