Días raros

por Miguel

Hay días así. En los que uno se levanta y como que hay algo que no cuadra. Aparentemente todo sigue igual que los días anteriores. Sin nuevos problemas, sin malas noticias, sin ninguna novedad. La única diferencia es que por algún motivo, o incluso sin él, uno no parece encajar con las cosas como de costumbre.

En los días así, me lleno de dudas. Y al igual que el chino que soñó ser una mariposa y luego pensó, al despertar, si él mismo no sería más bien el sueño de una mariposa, yo también suelo pensar si un día en apariencia oscuro y distorsionado, no será más bien un momento nítido y prístino que trata de mostrarme la verdadera realidad que, normalmente, me niego a aceptar.

Y es que al final de cuentas todo es cuestión de días. Y los días, muchas veces, no son otra cosa que uno mismo. Tal vez por eso uno aprende a disfrazar las sensaciones de ideas. Y arma todo un rollo en torno a los estados de uno mismo, hasta creérselos por completo y confundirlos con el propio mundo.

En los días raros me siento confundido y, sobre todo, me la paso pensando. Y es loco. Como si uno no tuviera ya suficiente y el simple hecho de pensar no fuera ya de por sí una forma de andar confundido. Y es que el pensamiento, a fin de cuentas, tiene demasiado que ver con la emoción. Es más: ¿a quién se le ocurre refugiarse en la frialdad de una abstracción?

Me siento a mirar el paisaje y, por un momento, me siento aparte del mundo. Como si todo lo que he sido hubiera muerto ayer al dormirme y hoy hubiera despertado en el cuerpo de alguien que no logra engranar en las horas. Que se siente perdido, como una palabra suelta.

Y no hay nada que hacer. Simplemente hay días así. Medio raros. Medio vacíos. En los que el tiempo interno se nubla y uno no logra sintonizar la frecuencia de todo lo demás. Y no se halla. Y no sabe qué hacer. Y aunque trata de salir de ese círculo, se termina resignando. Y vuelve y trata. Y vuelve y se resigna. Hasta conseguir abrirse un estrecho campito entre algo muy similar a la nada.

Y se queda entonces esperando. Y observa los pensamientos pasar. Sin creerles nada. Como una simple curiosidad. Como un pálido reflejo del mundo.

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