Hay épocas en que sueño mucho y épocas en las que no. Imagino que le sucede a todo el mundo. También hay tiempos en que recuerdo bastante bien lo soñado, mientras que hay otros en que solo me queda una vaga sensación. De pronto un par de cosas. De pronto nada.
También hay épocas en que todos mis sueños parecen uno. Como si de pronto cayera en cuenta de que todo lo que sucede en un instante dado tiene que ver con una sucesión de sueños anteriores. Y así, de esa forma, una cosa siempre se relaciona con otra y la otra a su vez con otra y los sueños terminan siendo algo así como un mismo mundo paralelo que visito de vez en cuando.
Existe otra modalidad, en cambio, que no me gusta para nada, pero que nunca falta en las estaciones regulares de mis sueños. Y es que de golpe sucede algo realmente terrible y me despierto sobresaltado. Lo malo es que luego, así me pare y me entretenga en algo, al volver a dormirme, caigo exactamente en el momento que se cortó la película. O a veces incluso peor. Porque, además, las calamidades vuelven y vuelven a repetirse como si anduviera atrapado en un laberinto que me lleva de regreso a la misma parte.
Anoche, sin ir más lejos, tuve puros sueños de muerte. Un amigo moría, luego otro amigo también moría y luego otro y luego otro y así sucesivamente. Todos enfermaban y, sin haber podido hablar con ellos, simplemente me enteraba de la noticia. En el fondo, sin embargo, todas esas personas distintas eran en realidad una sola: un amigo al que por puro descuido no le he devuelto varias llamadas en los últimos días.
Por enésima vez despierto sobresaltado y me alegro enseguida de que la muerte de mi amigo no sea cierta. Aun así, quedo con una mala sensación y no dejo de preguntarme si, a lo mejor, no le estará pasando algo de verdad, en la llamada realidad. Prometo entonces llamarlo temprano y finalmente consigo romper el círculo de dolor.
A la mañana siguiente, mi amigo me contesta como si nada. Se muestra incluso algo extrañado por la hora de mi llamada y alcanza a mencionar que anda trabajando. Después colgamos y quedo con una sensación rara. No estoy ya tan seguro de que, en efecto, él me haya llamado varias veces en los últimos días.
Quién sabe. A lo mejor lo soñé. De cualquier forma, ya me da pena preguntarle.