Después de varios meses y todo tipo de contratiempos, mi mamá llega con un baúl bellísimo que nos mandó hacer en El Retiro. Trae también unos fiambres en hoja de bijao que consiguió con una vecina en Medellín y seis cervezas que nos sentamos a tomar de inmediato en la mesa de afuera, en medio de una tarde ultra soleada.
Al terminar las cervezas, el sol está pegando tan fuerte que debemos sacar la mesa hasta la manga para quedar a la sombra de las palmeras. Luego calentamos los fiambres en baño de María, hacemos una ensalada, licuamos jugo de mora y nos sentamos por fin a almorzar.
Unos bocados más tarde, aparece el carro del internet. Ese mismo que llevamos toda una semana esperando, después de que el servicio se interrumpiera a las pocas horas de haber sido instalado.
Abro la portada y entro con los dos manes del internet a la casa. Les voy contando lo sucedido y no tardan en descubrir el problema: debido a una descarga, se quemó la antena.
Mientras se suben al poste a cambiar la antena, aprovecho para seguir almorzando. Unos bocados después, aparece un señor que pasa de vez en cuando vendiendo panes y me paro a comprarle un par. Catalina le ofrece además un vaso de jugo y nos quedamos conversando con él.
Me siento de nuevo a almorzar. Pronto regresan los manes del internet y me preguntan si de pronto puedo llamar a Yenny, la vecina. Deben hacer también un arreglo en su casa y necesitan el número de cédula para que los autorice la central.
Yenny no tarda en llegar con su hijo, Jacobo. Entra a hablar con los manes del internet, que andan ya configurando el módem, y aprovecho mientras tanto para comer un poco de ensalada.
Al rato sale Yenny a despedirse. Los manes del internet no tardan en llamarme y me piden que les recuerde el nombre de la red y la contraseña que, al parecer, se resetearon con la descarga.
Cuando regreso a la mesa, Cata está sirviendo en tres platos pequeños el flan que hizo por la mañana. Y estamos a punto de probarlo, cuando los manes del internet vuelven a llamarme para que verifique la señal. Pongo entonces cualquier video con buena resolución en youtube y todo parece ir de maravilla.
Los manes del internet me preguntan cómo llegan a la casa de Yenny. Les muestro entonces el camino, les doy las gracias y regreso a probar mi flan que, increíblemente, se deja comer sin ningún problema.