Mente en blanco

por Miguel
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Llevo varios días comparando plantillas y temas para el blog y creo que me estoy volviendo loco. Veo tantos diseños y ejemplos y consejos y recomendaciones y, por algún motivo que no entiendo o que ni siquiera existe, me esfuerzo en buscar los detalles más absurdos y que, al final de cuentas, no harán ninguna diferencia. Catalina pasa de pronto cerca de mi escritorio y no puedo evitar verme a mí mismo como un maniático.

Cuando miro blogs y páginas en general, me sorprende ante todo la claridad. Con solo echarles una mirada, uno ya más o menos sabe por dónde va la cosa. Me quedo viendo entonces tantas promesas y sofisticación al momento de atraer audiencias y no dejo de preguntarme en qué momento las personas aprendieron a venderse tan bien a sí mismas como productos necesarios, deseables, apetitosos. Más allá de lo que ofrezca cada quien, es como si todos se movieran con soltura por las aguas implacables de un mercado demencial.

Si hablara de mí, en cambio, tendría que decir que ni siquiera sé de que trata mi propia idea. De hecho, creo que en el fondo no existe. Porque, claro. No vendo nada. No pretendo nada. No enseño nada. No propongo nada. Por momentos, creo incluso que todo se trata de un malentendido entre un yo del pasado con varios de sus yos posteriores. Una de esas cosas locas que cualquiera decide un día y que, de repente, todos sus álguienes futuros están casi que obligados a cumplir. De otra forma, no logro explicarme que todos los días, a primera hora de la mañana, ande escribiendo lo primero que se me pase por la cabeza.

Igual, si me pongo a ver, el asunto tampoco es tan grave. O por lo menos no tan diferente al modo en que he escrito siempre. Partiendo prácticamente de la nada, sin brújula, sin mapa, sin rumbo. Simplemente dejándome llevar y viendo luego qué pasa. Claro que una cosa es ir corrigiendo por el camino y otra muy distinta dejar tantas huellas a la vista.

Al principio, sin ir más lejos, creí que estos apuntes tratarían sobre algo cotidiano. Cosa bastante extraña para alguien que relaciona la palabra cotidiano con aburrimiento o demás cosas por el estilo. Algo similar me pasa con la palabra experimental. Apenas me la mencionan, siempre imagino algo mal hecho, en fase de desarrollo.

Luego me consuelo pensando que, en realidad, la temática de los apuntes (si es que semejante cosa existe) tiene que ampliarse naturalmente al inaudito rango de lo que sea. Algo así como despreciar el algoritmo de los buscadores y las promesas de agradar para quedarme solo y tranquilo, en un rincón perdido de la red. ¿Será eso lo que quiero? ¿Para qué entonces tanto esfuerzo? Sinceramente, no lo sé.

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