Druk

por Miguel
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Cuatro profesores de un colegio se ven desbordados por la monotonía de unas vidas cuya intensidad ha caído casi hasta el cero absoluto. Sus hijos no les paran bolas, sus esposas no hacen más que pelearles y, en medio de la apatía más absoluta, sus alumnos se dedican a ver pasar el tiempo hasta que suene el timbre. En definitiva, los mismos profesores no se aguantan a sí mismos.

Una noche, sin embargo, salen de copas y se divierten como nunca y, en algún momento, sale a relucir la curiosa premisa de un filósofo noruego, según el cual, el ser humano nace con un déficit de alcohol en la sangre del 0,5%, lo que explica gran parte de la desdicha y la locura del mundo.

Lo que comienza como una simple conversación en tono de broma, termina sembrando una profunda inquietud en los cuatro profesores que no tardan en lanzarse a un experimento casi científico consigo mismos. Como cualquiera puede adivinar, consiste en tomar trago a lo largo de todos los días y, con ayuda de un alcoholímetro, no sobrepasar jamás el filosófico 0,5%.

El tema del trago siempre ha sido difícil de abordar. En general, no existen medias tintas al respecto y, más bien, suele caerse en los extremos, en la exageración. En la apología total o en el tedioso y moralista drama de la enfermedad. Algo similar le sucede a algunos (o a muchos) borrachos, que parecen enfrentarse a una disyuntiva única. O se toman todos los tragos del mundo hasta perderlo todo y caer muertos o cambian por completo y no vuelven a probar ni media cerveza.

En esta película, aunque el asunto del trago obviamente se va complicando, se muestran bastantes facetas que ni siquiera se limitan al trago, sino que abarcan la vida en general. Como debe ser. Más que sobre el trago en sí, se trata en el fondo de una celebración a la vida, al disfrutar, al compartir con los demás y a la bella y humilde forma en que pueden aceptarse y asumirse las oportunidades perdidas.

Película que se agradece. En especial, viniendo de un director (Thomas Vinterberg) que nos tiene acostumbrados a películas maravillosas como La Caza o Festen, en las que, sin embargo, suele enfatizar demasiado en los aspectos más sórdidos de la existencia.

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