Caníbales

por Miguel
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Leyendo Moby Dick, me sorprende la constante alusión al hecho de que Quiqueg, el compañero de viaje de Ismael, sea caníbal y a la vez musulmán. No deja de ser extraño. Tanto así que en uno de los capítulos, Ismael se muestra mucho más contrariado ante las prácticas ascéticas del Ramadán que ante la innegable evidencia de que Quiqueg haya consumido personas.

Curiosamente, la palabra caníbal parece provenir de la palabra antillana Caribe. Sin embargo, el concepto de antropofagia (no confundir con antropología) es tan viejo como el uso de andar a pie y tiene mucho que ver con la divulgada costumbre de desprestigiar a los vecinos o, por lo menos, de imaginarlos inferiores.

Aunque no todos los animales suelen devorar a sus congéneres, se supone que una de las cosas que hace ser humano al ser humano es no comerse a sus semejantes. De lo contrario, se lo emparenta con las bestias, convirtiéndolo en un salvaje total, que no merece ninguna piedad. En ese sentido, no hay nada más conveniente que hacer ver al otro como a una bestia despiadada para luego poder cometer todo tipo de atrocidades contra él sin sufrir mayores remordimientos.

A lo largo y ancho del globo y del tiempo se han documentado todo tipo de casos, casi todos muy similares. En el imaginario de muchas tribus, para poner un ejemplo, varias de sus tribus vecinas son consideradas caníbales y, como si eso fuera poco, se encargan además de inventar todo tipo de historias al respecto. No es de extrañar, por tanto, que sus vecinos tejan también los mismos relatos de canibalismo, solo que en sentido inverso. Porque, claro: los caníbales siempre son los otros.

Existen demasiados estudios sobre antropofagia (no confundir con antropología) y, como cosa rara, unas investigaciones afirman cosas completamente distintas de las otras. Sin embargo, hasta donde he leído, no existen pruebas contundentes de que haya habido grupos humanos que incluyan la carne humana en su menú diario.

La antropofagia real (no la imaginaria) ha tenido mucho más que ver más con asuntos rituales y no propiamente con la dieta, al estilo caricaturesco de los caníbales de Condorito que salen a cazar humanos para tener con qué llenar la olla del desayuno.

También ha habido casos extremos de necesidad, como el siempre mencionado avión del equipo de rugby que se estrelló en los Andes, en el que, sin embargo, nadie mató a nadie.

Y no falta tampoco el loco. Como ese alemán que buscó por internet a alguien para comérselo (en sentido literal) y encontró en efecto a alguien que quería que se lo comieran (en sentido literal). Tanto así que primero degustaron juntos el pene del futuro muerto y, luego, cuando el pobre se desangró, el otro se siguió comiendo el resto del cuerpo durante varios días.

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