Lo que realmente importa

En Japón, donde las cosas suelen tomar dimensiones ultra profundas y espirituales, hace siglos se desarrolló una disciplina de tiro con arco llamada Kyudo (el camino del arte y la flecha).

Hasta entonces, el tiro con arco había sido un asunto estrictamente militar. El Kyudo, por el contrario, se alejó completamente de los campos de batalla para transformarse en una disciplina que busca la coordinación mental y espiritual y que, de ningún modo, se asemeja a lo que hoy conocemos como deporte.

Contrario a lo que podría pensarse, dar en el blanco no es el asunto fundamental en el Kyudo. Obvio que interesa acercarse a él lo máximo posible. Pero en el ejercicio de tensar y apuntar, lo que realmente importa es el espíritu que debe tener el arquero al momento del tiro. No se trata, por tanto, de lo que suceda en el mundo exterior, sino lo que acontece en el interior de la persona.

Viendo ayer a Valentina Acosta en los Juegos Olímpicos, me sentí conmovido. Primero por sus bellos gestos y su andar tranquilo. Pero, sobre todo, por su forma de encarar la competencia y de asumir la presión que tanto afecta a los deportistas de alto rendimiento.

Mientras Valentina fluía ligera, su oponente, en medio de una seriedad y una gravedad intratables, clavó tres 10 seguidos para quedarse con el primer set. Con algo de fortuna, Valentina logró imponerse luego en el segundo set. Después perdió el tercero y ganó el cuarto y fue vencida finalmente en el quinto. Eso en cuanto al mundo exterior.

En el mundo interior, en cambio, se le notaron sonrisas y muecas suaves, incluso al momento de fallar uno de los tiros definitivos y también al instante de quedar eliminada. Valentina, como una maestra de Kyudo, no se dejó dominar por la ambición ni la confusión y lo asumió todo con un rostro alegre y sereno.

En la entrevista que le hicieron a los pocos minutos de quedar fuera de los Juegos, Valentina habló con la espontaneidad de una persona cualquiera a la que acaba de sucederle algo extraordinario. En sus palabras y sus gestos, no se notó viso alguno de drama. Simplemente vivió el momento. Como si eso de ganar y perder ni siquiera existiera.

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