Hoy por fin he vuelto a escribir durante más de veinte minutos seguidos. Más bien obligado, claro, pero al final de la mañana logré una tanda de casi cuarenta minutos. No tan concentrado como quisiera, pero al menos ya empecé, y lo importante es ir cogiendo ritmo.
Siempre me ha costado quedarme sentado en un solo sitio y es normal que ande parándome cada dos o tres minutos. Incluso cuando leo. Desde que me conozco tengo serios problemas de concentración. O de desconcentración. Más bien. Según como se le mire.
El asunto es que después del virus esos problemas han ido empeorando. Y no es de extrañar. El bicho atacó sobre todo mis puntos más débiles. La respiración, los nervios, el sueño, la atención, la capacidad de concentrarme…
A veces, sin ir más lejos, estoy escribiendo y ya tengo la siguiente frase lista o se me ocurre alguna idea y, de repente, cuando voy a teclear, todo se evapora de una forma increíble y me quedo como en el aire. También me pasa algo bastante típico, que poco tiene que ver con ningún virus, y es que nada de lo que escribo me gusta y por eso también termino parándome y yéndome a andar por la casa y sus alrededores.
En ocasiones, simplemente voy escribiendo y me olvido del panorama general de lo que estoy haciendo y, luego, al volver a recorrer otras partes del escrito, tengo la sensación de entrar en una gran casa de cuartos olvidados y me sorprendo al pasar, como un niño que descubre algo nuevo detrás de una puerta. Las cosas parecen, muchas veces, escritas por otra persona, y creo que es bueno. Significa que estoy cogiendo ritmo. Que por fin voy empezando a soltarme.
Es posible que todas estas dificultades técnicas de los últimos tiempos (e incluso de antes) sean las que me conducen por un inevitable mundo de apuntes y fragmentos y de textos inconclusos que, de manera casi mágica, van tomando forma por sí solos, sin que yo llegue a entenderlo.
Lo bueno es que, al final, ninguno de estos olvidos me preocupa. Todo puede usarse para bien. Lo importante es ir siempre de a poquito. Por partes. Después de todo, no conozco otra forma de escribir.