Bruma mental

por Miguel
A+A-
Reset

Al principio fue la respiración. Una tarde salí a saludar a un perro que pasaba por el camino y no me salió sonido alguno. Solo aire. Al rato me volvió a suceder más o menos lo mismo, solo que sumándole un pito asmático en el pecho que me dejó perplejo. No tenía ni tos, ni fiebre, ni dolor de nada. Sin embargo, Catalina había tenido el virus la semana anterior y ahora no nos quedaban dudas. Yo también.

Además de la respiración, lo primero que tuve fue angustia y acelere nervioso. Luego hubo cierta aburrición y un deseo profundo de no hacer nada. Después, todo pareció volver a la normalidad, aunque con algunos cambios sutiles.

Muchas veces estoy hablando con alguien y buena parte de lo que voy a decir se desvanece de pronto, sin que haya forma de volver a ubicarlo en mi memoria. Otras veces me dirijo a un lugar específico, con una intención determinada, y cuando llego, no tengo la menor idea de lo que hago allí. Incluso si me devuelvo al lugar de donde vine, no consigo recordar lo que iba a hacer.

Son bastantes cosas por el estilo. Olvidos, desatención, dificultad para concentrarse. Lo más extraño, sin embargo, y aunque solo sucede a ratos, es una cierta distancia con respecto a la realidad. Como si los objetos sobresalieran entre una bruma sutil, en el límite exacto entre lo real y lo imaginario. Lo otro es que algunas veces el tiempo corre más veloz de lo habitual. Como a saltos.

Lo bueno es que nada de eso me parece tan grave. Al contrario. La mayoría de las veces, siento que vivo en un estado alterado de la conciencia, en el que así como se pierden unas cosas se ganan otras.

En realidad, solo ha habido dos momentos en que me preocupé por esos hechos mentales. Unos días en que no me sentía yo del todo. Como si me faltara cohesión. Como si me me faltara existencia. Y otro. Una mañana que salí al frente de la casa en medio de un sol bestial y miré a mi alrededor, cuando de repente, la neblina sutil y casi abstracta que solía imaginar en torno a las cosas, se tornó excesivamente real.

Ahora sí me jodí, exclamé para mis adentros. Fue tal el pavor que ni siquiera le conté a Cata ni a nadie y más bien me guardé la preocupación para mí solo. Al rato, afortunadamente, todo volvió a la normalidad, aunque al día siguiente volvió a suceder exactamente lo mismo. De hecho, fueron varias mañanas así, de brumas intermitentes, hasta que descubrí dos cosas. Una: que a Cata le venía sucediendo exactamente lo mismo. Y otra: que todo se debía a unas quemas lejanas que apenas se sentían y que ni siquiera olían a nada.

Tal vez te guste