Las horas

por Miguel
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Abro los ojos y todo sigue tan oscuro como cuando me acosté, hace apenas unas horas. Llevo tantos días así que ni siquiera me extraño. Sin necesidad de mirar el reloj, sé perfectamente que deben ser las 4:30. Un poquito más, un poquito menos. Lo mismo da.

Me levanto a tomar agua en medio de un frío tremendo. Vuelvo a la cama y me quedo cobijado. Miro a ratos hacia el techo, miro a ratos hacia la ventana. Siento todo el tiempo un acelere profundo que va más allá de los latidos, de la respiración.

Cada madrugada, mi única respuesta consiste en cerrar los ojos y quedarme a la espera. Lo más tranquilo posible. Por momentos alcanzo a volar y a pensar cosas raras, casi como en sueños. Sin embargo, en las contadas ocasiones que estoy a punto de quedarme dormido, algo interno me sacude y vuelve a traerme de regreso. Sea como sea, es imposible volverme a dormir.

Abro de nuevo los ojos y voy percibiendo los primeros cambios de luz. Esos que en un primer instante parecen imaginarios y que solo llegan a comprobarse unos minutos más tarde, cuando escucho el primer canto de los pájaros. Poco después, los gatos empiezan a dar vueltas sobre mí, en especial sobre mi cabeza. Deben ser más o menos las 5:30.

Me levanto a servirles comida. Caliento agua para una tanda de manzanillas con cidrón y me siento en el corredor de afuera a mirar el paisaje. El día amaneció despejado y, muy seguramente, el sol pronto saldrá por detrás del cerro.

Lo más raro de este nuevo horario es poder encontrarle sentido a las horas tempranas. Más que nada, porque no me hallo del todo. Como si tardara en despertar más horas de lo normal. No se me ocurre mucho para hacer y, para completar, el resto del día se me hace extremadamente largo.

El sol ya ilumina el pueblo y comienza a recorrer las colinas de enfrente. Me tomo la primera taza de manzanilla y cidrón en solo tres sorbos. Luego otra y luego otra, como si tratara de llenar el tiempo de cualquier forma. A la desesperada. La verdad, sigo sin saber qué hacer. Lo único seguro es que dentro de poco estaré parado en medio de la manga, asoleándome junto a los gatos.

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