Otro día

por Miguel
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Luz pasa frente a la casa mientras desayunamos. Va para el parque al mercado campesino. Nosotros también queremos ir. Hace quince días dejamos encargadas unas semillas de amapola y otras de lulo de páramo. Debemos pasar además por arepas, queso, mantequilla y, ya de regreso, por una canasta de huevos a la casa de unos vecinos. También está el partido de Colombia a las siete de la noche. Lo bueno es que todavía hay tiempo.

Antes de ir al pueblo, mejor almorzamos. Quesadilla con fríjoles y ají y jugo de lulo. Mientras tanto, los gatos juegan en el corredor de afuera, en la silla que parece un trono. Para La Rosalía y Ludovico es casi como si no existiera la gravedad. Nosotros en cambio quedamos tan llenos que preferimos esperar a que baje un poco el sol y nos acostamos un rato.

De repente, el tiempo se ha pasado de una forma loca. A lo mejor nos dormimos sin saberlo. La tarde ya está bien entrada y como toda la semana ha llovido al caer la noche, hoy seguro también. Y está el partido… La verdad, no sabemos muy bien qué hacer.

Sin tener que decidir, simplemente nos quedamos en casa. Con los últimos rayos de sol comienza a soplar un viento frío. La temperatura baja de golpe y no tardan en aparecer nubes grises y negras en todas las direcciones.

La lluvia se larga con todo. El viento nos obliga a cerrar puertas y ventanas antes de que oscurezca. Parece como si los rayos cayeran aquí mismo.

Ni siquiera fuimos por los huevos. Para completar, ponemos a calentar agua y al momentico se acaba el gas. El único fogón eléctrico hace rato que tampoco sirve.

Los rayos cesan. La tormenta se aleja. Nos acordamos de pronto de una olla eléctrica setentera que nos regalaron hace poco y ensayamos a preparar crispetas para ver el partido.

Éxito total. Lástima la selección. Perdemos 2-1 con Perú. Jugamos pésimo. Todavía no se sabe quiénes son los titulares y quiénes los suplentes. Algo se hizo mal. De cualquier forma, habrá que ir mañana temprano al pueblo.

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