Chanclas y gérberas

por Miguel

Paco viene a dar una vuelta por la casa. Le ladra a un caballo que baja por el camino, mira con curiosidad a los gatos y se queda por ahí moviendo la cola, buscándole juego a cualquiera que pase.

En ese momento, ni Cata ni yo andamos por ahí. Así que pronto se cansa. Recorre la manga del frente y, de puro ocioso, toma una de las chanclas de Cata entre los dientes. Mira para un lado, mira para el otro. Cruza el alambrado y se la lleva camino arriba, como si fuera la cosa más normal del mundo.

Catalina vuelve del lavadero y nota enseguida que falta una de sus chanclas. Busca en varios sitios solo por si acaso, aunque en el fondo, como vio a Paco revoloteando hace apenas un momento, intuye más o menos lo que pasó y no tarda en ir a buscar su chancla.

La casa de Paco queda una cuadra y media más arriba, volteando unos cien metros a la izquierda, junto a un invernadero de gérberas. La puerta está abierta y, poco más allá de la entrada, la chancla parece intacta. Sin un solo mordisco.

Al no ver a nadie, Cata llama varias veces en voz alta hasta que aparece don Horacio, proveniente del invernadero. Cata le cuenta risueña todo el rollo y él no se sorprende para nada con lo que pasó. Dice que a diferencia de Pinta, la mamá, Paco es un loco total.

Paro de escribir y voy a servirme agua en la cocina. Salgo a buscar a Cata y veo abierto el candado de la portada . A lo mejor Cata pasó a saludar a Jenny (la vecina). Luego me quedo de pie, mirando para el pueblo y dejo el vaso ya vacío sobre la mesa de afuera. La del corredor.

Al momentico aparece Cata. Trae unas gérberas en la mano. También agita una de sus chanclas con cara de chiste. Quién sabe qué pasó.

Tal vez te guste